Las Agencias de calificación de riesgos han jugado un papel muy cuestionable en la actual crisis financiera. Las tres grandes: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, no sólo erraron simultánemente en la calificación de las hipotecas subprime, sino que han manipulado la información para sacar inversiones de los países europeos (al bajar la calidad de su deuda) y llevarlas a Estados Unidos, donde la calificación sigue siendo alta. Esto ha sido cuestionado desde todos los sectores y hasta Martin D. Weiss, en la página de Money Market, solicita a estas agencias que “rebajen cuanto antes la calificación de la deuda soberana de Estados Unidos, antes que sea demasiado tarde”.
Estas acusaciones no deben sorprender a nadie. El comportamiento de estos organismos es el resultado casi inevitable de una situación en la que los principales bancos seleccionan y pagan a las agencias para que emitan sus informes. Y las agencias entregan una opinión altamente subjetiva y de escaso rigor técnico. La fuerte dependencia de las agencias calificadoras con la banca es el principal obstáculo para la falta de transparencia. Estas agencias opinan por la vía de los compromisos y no tienen parámetros objetivos. De ahí que nunca advirtieran la crisis y que etiquetaran con AAA (triple A, la máxima calificación) a las hipotecas basura que reventaron en Wall Street. Sin embargo, han castigado duramente la calidad crediticia de España o Grecia, sin penalizar la deuda de Estados Unidos, el epicentro de la crisis.
Martin Weiss señala que este es el momento oportuno para estar a la altura de las circustancias y rebajar la calidad de la deuda soberana de Estados Unidos, “esto relajaría el precio de los bonos del Tesoro, y presionaría al alza las tasas de interés de largo plazo”. Las consecuencias de dilatar esta decisión serían, para Weiss, mucho más graves: “Se está haciendo pensar que la deuda de Estados Unidos es sólida y no es así. Su estallido provocará un enorme colapso”.
En su informe, Weiss pone varios ejemplos en los cuales las agencias de calificación hicieron mal su trabajo, incluyendo el fraude del caso Enron, que fue informado por The New York Times seis meses antes. Asimismo, cuestiona fuertemente el valor dado a las hipotecas subprime, considerando que se sobreestimó groseramente su calidad crediticia. Este hecho desempeñó un rol crucial en la actual crisis financiera, dado que no sólo se concedieron créditos a diestra y a siniestra sin ningún resguardo, sino que además fueron certificados como deuda de alta calidad (triple A).
Con los títulos hipotecarios se hicieron grandes paquetes (de 100 a 200 hipotecas) que fueron estructurados bajo bonos de titulación (ABS) denominados posteriormente CDO u obligaciones de deuda colateralizada. Estos CDO se aseguraron por la vía de los CDS (swaps de incumplimiento crediticio), con los cuales Goldman Sachs obtuvo una ganancia de 100.000. millones de dólares. Todo con el beneplácito de las agencias de calificación.
Estas acusaciones no deben sorprender a nadie. El comportamiento de estos organismos es el resultado casi inevitable de una situación en la que los principales bancos seleccionan y pagan a las agencias para que emitan sus informes. Y las agencias entregan una opinión altamente subjetiva y de escaso rigor técnico. La fuerte dependencia de las agencias calificadoras con la banca es el principal obstáculo para la falta de transparencia. Estas agencias opinan por la vía de los compromisos y no tienen parámetros objetivos. De ahí que nunca advirtieran la crisis y que etiquetaran con AAA (triple A, la máxima calificación) a las hipotecas basura que reventaron en Wall Street. Sin embargo, han castigado duramente la calidad crediticia de España o Grecia, sin penalizar la deuda de Estados Unidos, el epicentro de la crisis.
Martin Weiss señala que este es el momento oportuno para estar a la altura de las circustancias y rebajar la calidad de la deuda soberana de Estados Unidos, “esto relajaría el precio de los bonos del Tesoro, y presionaría al alza las tasas de interés de largo plazo”. Las consecuencias de dilatar esta decisión serían, para Weiss, mucho más graves: “Se está haciendo pensar que la deuda de Estados Unidos es sólida y no es así. Su estallido provocará un enorme colapso”.
En su informe, Weiss pone varios ejemplos en los cuales las agencias de calificación hicieron mal su trabajo, incluyendo el fraude del caso Enron, que fue informado por The New York Times seis meses antes. Asimismo, cuestiona fuertemente el valor dado a las hipotecas subprime, considerando que se sobreestimó groseramente su calidad crediticia. Este hecho desempeñó un rol crucial en la actual crisis financiera, dado que no sólo se concedieron créditos a diestra y a siniestra sin ningún resguardo, sino que además fueron certificados como deuda de alta calidad (triple A).
Con los títulos hipotecarios se hicieron grandes paquetes (de 100 a 200 hipotecas) que fueron estructurados bajo bonos de titulación (ABS) denominados posteriormente CDO u obligaciones de deuda colateralizada. Estos CDO se aseguraron por la vía de los CDS (swaps de incumplimiento crediticio), con los cuales Goldman Sachs obtuvo una ganancia de 100.000. millones de dólares. Todo con el beneplácito de las agencias de calificación.
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